Rockefeller dijo que cuando mi limpiabotas invierte en bolsa, yo lo vendo todo. Eran otros tiempos, donde los comentarios de los presidentes de los bancos centrales o de un presidente de Estados Unidos no eran coreados como absolutas cheerleaders del mercado.
La intervención de los presidentes de los bancos centrales, donde en sus comentarios miramos si ha borrado una letra o una frase, donde ha puesto la coma o el punto, es excesivo e incomprensible. Sin irme a la época de Rockefeller, hace 30 años, ningún operador o gestor del mercado se preocupaba por estos comentarios y se analizaban las compañías, el contexto macroeconómico. Tenía más impacto un dato como un PMI manufacturero que cualquier speech dado por quien sea.
Ahora nos encontramos con una nueva situación, y es que un presidente de Estados Unidos tiene accesos verbales continuados, con cambios de opinión como de humor, y el mundo inversor, va detrás como un perrito faldero. Las consecuencias son muy importantes, ya que producen movimientos viscerales sin el más mínimo atisbo de análisis serio.
¿Se imaginan que el precio en la lonja de pescado dependiera de los comentarios de un presidente y no de las capturas del día (que es un hecho objetivo) sobre el que se establece el precio, ley de oferta y demanda? Pues esto mismo ocurre con el mercado.
Realmente, el culpable de todos estos movimientos, son los inversores, que cada vez son más manipulables a los criterios y designios de estos actores financieros y se han alejado de la esencia de lo que es la inversión, quizá impulsados por un efecto especulativo, por desconocimiento, lo ignoro, pero lo que sé es que no me gusta. Personalmente, prefería cuando mirábamos los datos macros y los resultados de las empresas. Hoy se parece más a un casino que a un mercado profesional.
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